sábado, 5 de septiembre de 2009

PICARDÍAS HUMANAS

Ya no es el calor, es la calentura la que empieza a recorrer los cuerpos… los cuerpos, de aquellos que circulan ansiosos por conocer lo que este año se expone en el evento Bajo Cauca Comercial de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia en Caucasia.

El juego visual no se hace esperar. Miradas atraídas por el abanico de colores, intencionalidades y productos seducen el interés de los visitantes. Hombres, mujeres; niños, jóvenes y adultos desfilan, acalorados por el inevitable fogaje que produce el choque del sol en el plástico que encierra tanto talento antioqueño, por los pasillos que se dibujan entre stand y stand.

Los hombres con sus manos entrepiernas y pantalones casi cayéndoseles caminan mirando los voluptuosos glúteos de las mujeres que perciben a sus lados. Las mujeres sacando pecho y parando cola responden miradas. Coquetos movimientos empiezan a deambular en el ambiente. El “truaam” “truaaamm” con el que chilla el tapiz del pasillo por donde picardías humanas empiezan hacer de las suyas levanta el polvo de la sensualidad que cada personaje, sin importar el sexo, se afana por demostrar y ofrecer. Dejando así, huella de quienes son en su andar.

Ana es una mujer inteligente, permite deducir la concentración que hace minutos la tiene pegada a su computador y la fluidez con que brota de sus labios el discurso con el que vende su don empresarial en el asunto de la fotografía. Es expositora, siempre habla con esa perfecta sonrisa dibujada en su rostro que se combina con el movimiento de sus pestañas cada vez que la mariposa de sus ojos cierra y abre sus alas.

Mientras se dirige al tumulto de visitantes que miran encantados la diversidad de estilos y material fotográfico digital, uno de los hombres la mira de pie a cabeza picaronamente entre las personas. Mueve su cabeza de un lado a otro cubriendo con el cuerpo de los demás solo la mitad de su cara, pues la otra la deja al descubierto para intentar distraerla. Le sonríe y entre jugueteos acaricia el cuerpo de una de sus compañeras como para inquietarla. Vuelve su mirada a ella y luego a él, a sus manos, que intencionadamente lleva a su entrepierna, se acaricia un poco, las sube nuevamente y con ella la esquina derecha de su camisa con la escusa de que los intensos rayos de sol que penetran sus poros aumentan su calor corporal.

El rostro de Ana empieza a tornarse un poco sudoroso y enrojecido. Mira a todos los visitantes, pero a la vez a nadie. Continua con su discurso y convencida que no se va a dejar incomodar, ataca con las mismas armas de sensualidad. Se para de la silla en la que había permanecido sentada y como fuerza adicional el calentamiento de su propio cuerpo que dejaba en su aposento vuelve a ella. Da la espalda con firmeza y erotismo, mueve su cabello a un lado dejando visualizar la bella escultura de su cuerpo. Escoge un producto y sigue con su venta, habla de sus usos y generalidades. Lo deja caer y permitiendo que su blusa deje asomar sus siliconados senos, sube lentamente, pide disculpas por su error y los convence a todos con una de sus bellas sonrisas, pero a su fogoso visitante con una picardía: una mirada sexi y complacida.

Con mayor seguridad termina su discurso, deja la mejor impresión en los que la escucharon, y con la satisfacción de haber terminado victoriosa su juego de coqueteos recibe el ofrecimiento de un apretón de manos y la última mirada cargada de ganas y sensualidad de su más evidente visitante.

Todos se alejan y quedando nuevamente sola y concentrada en su computador, devuelve a su aposento la calentura que le dio la victoria en ese juego con fuego al final.

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